Ana Lucía Montoya Rendón


LUTO

 

Luto el de la lengua cuando no puede proteger su derecho a murmurar. De luto la soledad llorando la pérdida de su celda vacía, ese espacio en el que, callada, reclinaba sus penas sobre la libertad de silencios; ella, la libertad de silencios, también de luto porque murió encadenada. Ahora todos, séquito, elegantemente cuervo: la voz, la mirada, los sueños, sin derecho a dormir en paz aunque sea sobre el recuerdo de una tumba. Esto es, en verdad, el canto de un pañuelo blanco que se creyó paloma.